Gobiernos y empresas pelean por uno de los bienes más preciados del siglo: la gestión de la identidad

A Sócrates se le reconocía en Atenas por sus ojos saltones y nariz de boniato. A Platón por sus espaldas fornidas. Y de Leonardo Da Vinci se cuenta que solía ir engalanado con túnicas caras, tejidas con materiales exquisitos y de finos tintes, que llevaba el pelo largo y las manos cuidadas y perfumadas. Hoy pueden parecer anécdotas, pero en su día el aspecto de los tres sabios —al igual que el del resto de sus contemporáneos— era clave. La razón es simple: además de espejo del alma, el rostro era el mejor carné de identidad, la forma más eficaz de identificar a otra persona.

Con el paso del tiempo una cara embrutecida, una espalda robusta o un armario digno de Versace han perdido validez como credenciales. En su lugar se ha echado mano de otros recursos: pasaportes, carnés, licencias, huellas dactilares… Y desde que la tecnología ha empezado a alambicar las relaciones sociales y económicas, el proceso se ha vuelto incluso más complejo.

https://www.xataka.com/privacidad/gobiernos-empresas-pelean-uno-bienes-preciados-siglo-gestion-identidad